miércoles, 28 de julio de 2010

Escrito el sábado pasado

Llueve, una vez más. La lluvia en el Amazonas llega de improviso, justo después de que juraste ver el cielo despejado. Empieza con pequeñas gotitas y en un par de minutos puede ser un aguacero con todas las de la ley. Es muy relajante escuchar la lluvia caer sobre los árboles, o sobre el techo de palma de las cabañas. Se duerme muy bien así. La parte jarta es cuando termina de llover, porque es el momento en que los mosquitos se levantan y no dejan títere con cabeza. Yo me he mantenido a punta de tomar Tiamina (algo hace) y embadurnarme con jabón Nopiquex, un pegote con olor a químico que no se enjuaga para que se mantenga en la piel. Después de un tiempo el olor se vuelve adictivo y me la paso oliéndome las manos, quizás para comprobar que todavía está haciendo efecto. En cualquier caso, la mejor protección contra los mosquitos es quedarse metido en la cabaña de Chan, que tiene todos los agujeros cubiertos de angeo y adentro hay un ventilador. Eso los mantiene a raya.

El día de hoy fue relajado, como creo que serán todos los que me restan aquí. Como en mi primera visita iba de sitio de interés en sitio de interés, esta vez he preferido quedarme tranquilita, metida en la reserva, sin ganas de conocer nada más. Solo el hecho de estar aquí para mí es ganancia. Eso podría decepcionar un poco a los visitantes de este blog, que quizás esperaban un montón de aventuras, particularmente tratándose del Amazonas. Pero los viajes nunca siguen los planes que les damos y hay que tomarlos como vienen. Igual que la vida

1 comentario:

  1. Bravo Sonita, por haber podido recuperar los archivos y retomar, aunque sea de vez en cuando, tus apuntes para tus seguidores. Suena maravillosa la contemplación pasiva. Ojalá pudiéramos acompañarte. bueno, otra vez será.
    Besos

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