viernes, 2 de julio de 2010

Nota de despedida

Viaje según su proyecto propio, dé mínimos oídos a la facilidad de los itinerarios cómodos y de rastro pisado, acepte equivocarse en la carretera y volver atrás, o, al contrario, persevere hasta inventar salidas desacostumbradas al mundo. No tendrá mejor viaje. Y, si se lo pide la sensibilidad, registre a su vez lo que vio y sintió, lo que dijo u oyó decir. En fin, tome este libro como ejemplo, nunca como modelo. La felicidad, sépalo el lector, tiene muchos rostros. Viajar es, probablemente, uno de ellos. Entregue sus flores a quien sepa cuidar de ellas, y empiece. O reempiece. Ningún viaje es definitivo.

Viaje a Portugal, José Saramago.

Cuando aprendí a soñar era fácil; los sueños siempre al alcance de los años y de las oportunidades, al final de un arcoiris ancho y colorido, extendido frente a mí... No esperaba que después se pusiera tan complicado.

Y me parece que todo esto que hacemos las gentes de las ciudades no es más que un esfuerzo desmedido, excesivo. Que tenga que matarme de esa manera para poder comprar cosas mediocres que imitan a las que no puedo {pero querría} comprar, no tiene sentido. Por eso me molesta que me cobren demasiado por un servicio o un producto mediocre. Ese "demasiado" que me cobran me significa trabajo. Lo que me permite pagar ese "demasiado" es realizar cierto esfuerzo {pues trabajar no es voluntario} durante un poco más de tiempo. Si mi mejor esfuerzo no puede pagar el mejor producto, prefiero olvidar el producto {casa, carro o home-teather}, de paso olvidarme de las marcas y, triste y seguramente, de la calidad de un par de cosas.

Pocos lujos valen la pena todo lo que cuesta obtenerlos, teniendo en cuenta además el poco tiempo que nos queda para disfrutarlos. Y creo que pocas personas se dan cuenta de lo difícil que es este modo de vida que nos hacen vivir. Se consuelan comparándose con quienes tuvieron aún más dificultades... {¿los hará sentir mejor pensar que gente con una vida más acomodada los ve a ellos de esa misma manera?}. Como si "tener suerte en la vida" justificara para algunos el absurdo carrusel social en el que estamos montados, de la misma forma que se aceptaba la divinidad de los reyes como designio del cielo {y entonces la monarquía era cosa normal}. La diferencia ahora es que, si naces "pobre", te venden el sueño de que con suficiente esfuerzo saldrás de la pobreza. Y te esfuerzas... hasta que ya no puedes apreciar la diferencia entre la riqueza que te venden y la que te hace feliz.

Yo me he asomado a ese camino. He vislumbrado lo que hay que hacer para que le sumen más ceros a tus ganancias, y hacerlas suficientes para comprar las mismas cosas que tus abuelos obtenían con menos de la mitad del esfuerzo {si no me crees, pregúntales}. Así que sopesándolo cuidadosamente he decidido que es demasiado. Demasiado mirar para otro lado cuando una hoja de papel obliga a hacer lo que no se debería, demasiado asentir mecánicamente ante jefes supremos a los que no les importa, demasiado trabajar por cosas que {seamos sinceros} no ayudarán a nadie que no esté por encima de mí. Sé que esto vale igual para diferentes escalones de la economía global y local. Para verlo hay que saber decirse la verdad, y no engañarse con mentiras endulzadas de "crecimiento económico", "utilidades", "progreso" y "éxito".

No. Yo necesito hacer mi parte, sentir que estoy haciendo algo. Tratar de ganar más dinero no es lo que yo entiendo por hacer algo. Comprar y comprar cosas no me hace sentir que estoy haciendo algo. Gastar a fajos en sitios caros no me hará sentir que estoy haciendo algo. Me parece que todo eso es un carrusel absurdo y sin sentido, del que a la larga no obtengo nada.

Quiero creer que puede ser mejor para todos, creer que existe un gran nosotros, en vez de la suma de muchos yos peleándose un espacio en el mundo. Quiero creer que podríamos de verdad cambiar esto antes de morirnos. Pero no lo puedo hacer yo sola, lo tenemos que hacer entre todos. Es una tarea demasiado grande para una persona, o para diez, o para cien. Pero sería increíblemente fácil si la hiciéramos entre todos. Por eso quiero que los que me leen piensen si no estarán corriendo en una rueda de hámster para llegar a ninguna parte: ¿en beneficio de quién lo hacen?, ¿quién vigila la rueda?, ¿qué gratificaciones les reporta?, ¿vale la pena todo el esfuerzo? Cada quien debe saber dónde tiene puesto el corazón, y averigüar si lo ha vendido sin darse cuenta. Cada quien debe averigüar lo que tiene que hacer. y por cuáles sueños vale la pena esforzarse.

Yo, por mi parte, renuncio a la estabilidad. Prefiero los viajes. Prefiero moverme de un lugar a otro con lo mínimo indispensable —y quizás la ayuda de más de un par de amigos—. Voy a hacer lo mío, lo que me hace latir el corazón, mi razón para esforzarme. No tengo mucho dinero, pero tengo un par de buenas ideas. Al menos, eso me produce más gratificaciones que todas las cosas que no voy a tener. Y con esto los invito a que busquen sus propias respuestas, y persigan sus propios sueños.